RECUPERACIÓN EMOCIONAL Y REFLEJA DEL TRAUMA
Berta (nombre ficticio), se independizó muy joven y se fue a vivir a otra comunidad
autónoma, lejos de su casa. Allí había vivido un infierno desde su nacimiento: Su padre la
había maltratado a ella y a su madre, con insultos, amenazas, palizas y vejaciones
continuadas. Acudió a consulta a los 27 años, medicada con antidepresivos y ansiolíticos, con
un trastorno de pánico con sintomatología agorafóbica (miedo a estar sola, en lugares
cerrados o con mucha gente, a coger transportes públicos, etc.); problemas a la hora de
defenderse ante los demás (conducta asertiva), hipersensibilidad y labilidad emocional.
Presentaba sintomatología ansiosa con tensión muscular, pensamientos anticipatorios de sus
síntomas de ansiedad y constante hipervigilancia interna y externa. Por otro lado, también
sentía falta de energía y cansancio crónico, con momentos de pérdida de interés y apatía,
dificultades de concentración y pesimismo futuro. Después de trabajar con su cuerpo,
llegando a sus rincones más dañados, descargando su furia, su miedo y su pena por todo lo
vivido, poco a poco fue experimentando el desarrollo de su fuerza y del aumento de su
capacidad personal. Cambió de trabajo varias veces siempre buscando una mejora personal y
profesional, y en la actualidad ha conseguido sus objetivos laborales. También en sus
relaciones de pareja y amistad hizo cambios, pudiendo disfrutar ahora de una relación
amorosa satisfactoria. Después de tratar su trauma, su sensación de soledad y de vacío
empezó a disiparse puesto que ya no estaba sola, estaba con ella misma.
¿De qué estamos hablando?
Vivimos rodeados de Trauma, es más frecuente y serio de lo que creemos. En esta
sociedad traumatizada, donde se representan escenas traumáticas a través de películas,
guerras, conflictos, delincuencia… la superación del trauma es sólo eso, una representación;
pero no una verdadera transformación ni una recuperación completa. Hablamos no sólo de
accidentes o catástrofes naturales, sino también de trauma perinatal, intervenciones
quirúrgicas, agresiones físicas, negligencias, abusos, acosos, muertes, enfermedades y un
largo etcétera. Pueden ser situaciones puntuales o repetidas, que le suceden a uno mismo o
a los demás, pero que se viven como una amenaza a la integridad personal, superan nuestros
recursos personales y existe una dificultad para poder elaborarlos e integrarlos como
experiencia propia. Cada uno vive estas situaciones de forma muy diferente, lo que para uno
supone un gran problema, para el otro es superable. No es lo mismo lo vivido desde la
adultez, como lo vivido desde la infancia y depende en qué circunstancias.
En respuesta a una amenaza, el organismo pone en marcha, instintivamente, un
sistema de defensa con tres respuestas: lucha, huida o inmovilización. Si las dos primeras
respuestas son ejecutadas y la situación cesa, descargarán la energía generada por el cuerpo
y entonces no se producirá ningún trauma. Pero si la lucha o la huida no se pueden ejecutar,
se produce un estado de ansiedad en respuesta al peligro que bloquea y abruma al individuo.
Entonces se producirá un pánico que paralizará al sujeto, permaneciendo éste entre la
anestesia y la congelación. Un animal podrá también inmovilizarse si la situación no le ha
dejado previamente otra opción; pero la diferencia con el ser humano es que podrá salir y entrar de estas respuestas, descargando su energía adecuadamente. Sin embargo, nosotros
contamos con un neocórtex que, a través del miedo y de la necesidad de control, interferirá
en estas respuestas instintivas y de urgencia necesarias para la supervivencia. Empezará
entonces un círculo vicioso al no poder finalizar las respuestas de urgencia previstas por el
organismo, reinando el terror, la impotencia y, en muchos casos, estallidos de irritación, rabia
y furia característicos del trauma. Para salir de él, la persona tendrá que experimentar la
mezcla de terror e impotencia que la mantiene paralizada.
Los síntomas del trauma pueden impedir la vida normal de la persona, pueden ser
intermitentes o permanecer ocultos durante años. Un disparador puede desencadenar de
nuevo la experiencia traumática. Algunas personas presentan conductas de riesgo, otras de
evitación; algunas personas sienten una gran hiperexcitación en el cuerpo con insomnio o
crisis, otras todo lo contrario. También puede expresarse de forma psicosomática o
representarse una y otra vez, de forma inconsciente. Ansiedad, depresión, conductas
adictivas... son la manera que tiene el cuerpo de contener la energía que no pudo
descargarse durante el hecho traumático capital. Nos referimos a un Trastorno de estrés
postraumático tras un suceso reconocible; también a secuelas emocionales con raíces
traumáticas, pero no tan visibles. Hablamos además de trauma evolutivo, cuando éste se
vive en un período crítico y sensible del desarrollo de una criatura, afectando con mucha
probabilidad a su desarrollo y en la autopercepción del si-mismo/a.
¿Cómo podemos RECUPERAR el TRAUMA?
El trauma genera una desconexión del cuerpo y del espíritu, entendido como lo más
profundo y valioso en nosotros, que anida en nuestro organismo. Por tanto, conectar con
nuestro cuerpo, con nuestros instintos, será el primer paso para la curación del trauma.
Deberemos seguir nuestros instintos de huida, lucha y defensa para enfrentarnos al trauma.
Si nos desconectamos de lo corporal, negaremos o evitaremos lo que nos ha ocurrido, por lo
que no podremos resolver ni enfrentarnos a la experiencia vivida. Conectarnos con nuestro
cuerpo implica también recuperar la agresividad, entendida como la capacidad biológica para
actuar con fuerza y vigor. Por otro lado, lo esencial en el trauma es la descarga de la
activación no resuelta producida por nuestro instinto de supervivencia, por lo que no
debemos esperar un recuerdo fiel ni una respuesta racional. Es por ello por lo que aquí la
fantasía jugará un papel clave, pues no siempre se tiene un recuerdo nítido o incluso un
recuerdo consciente. El recuerdo eso sí, queda grabado en nuestro cuerpo, de forma
implícita e inconsciente. La fantasía nos da la oportunidad, el tiempo y el espacio adecuado,
para poder canalizar y liberar corporalmente la energía generada en esos momentos de
profundo terror.
Muchas veces la persona trata de convencerse, niega o intelectualiza lo que le ha
sucedido. No se da cuenta que son mecanismos defensivos y resistencias, para seguir
evitando y aislando de sí mismo lo que le ocurrió. El pensar que "no ha sido para tanto", "ya
está superado", "en realidad no me afectó"... son formas con las que la mente se defiende y
obstaculiza la conexión con el cuerpo y la descarga a través de él. RERT es capaz de trabajar
con el registro primario que quedó grabado durante el trauma, con el estímulo que provocó
una respuesta en el organismo, con el sistema sensorimotriz de la persona, que quedó bloqueado en una respuesta insana, por no haber sido descargada de forma ni conveniente,
ni curativa.
RERT (Recuperación Emocional y Refleja del Trauma).
RERT es un método para curar el trauma. Ha sido desarrollado por Pedro de Antolín,
Fisioterapeuta y Analista bioenergético, que durante muchos años trabajó con miles de pacientes con trauma físico y, por ende, emocional. Creó en 1989 la Terapia Reequilibradora
del Aparato Locomotor (TRAL), a partir de la cual fue ampliando su visión y la forma de intervenir en sucesos traumáticos de diversa índole. Las raíces de RERT beben de autores como
W. Reich y A. Lowen, pero también de F. Perls, P. Levine, J. Herman, M. Erickson, M. Klein, A.
Miller… formando un entendimiento del ser humano global e integrador de todas sus partes.
Como psicóloga y desde un punto de vista más personal, es un placer y una suerte
contar con esta técnica y esta visión de la naturaleza humana. Facilita la recuperación no
solamente de la sintomatología principal, sino del conflicto en profundidad, actuando desde
un nivel somato-energético. Este método define perfectamente dónde está colocado el
trauma en el cuerpo y por ello actúa en este sentido para recuperarlo. Tiene en cuenta muy
especialmente cómo el trauma actúa en la totalidad de nuestro ser, cómo domina nuestra
conducta, nuestra razón y nuestra emoción, y cómo anula y se mezcla con nuestro carácter
para pasar a controlar nuestras vidas. El terapeuta durante el trabajo facilitará la descarga
emocional y el enfrentamiento al suceso traumático, devolviendo a la persona la capacidad y
la confianza en sí-mismo y en la vida.
Maria Allas Ojeda
Psicóloga
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