Sacrificio de animales y Salud Pública.
La
actual polémica acerca del sacrificio de una mascota por el hecho de haber
convivido con un enfermo de ébola, conlleva múltiples implicaciones,
sentimentales, éticas, y de eficacia en la erradicación de una enfermedad.
La
Administración, a través de sus Servicios Veterinarios Oficiales competentes
(estatales, o autonómicos), lleva más de un siglo luchando contra las
enfermedades humanas que nos pueden transmitir los animales, utilizando tres
herramientas: por un lado el control de alimentos de origen animal en toda su
cadena de producción, otra herramienta es la vacunación obligatoria de los
animales contra esas enfermedades (cuando existe vacuna), y la tercera es el
sacrificio obligatorio de animales positivos o sospechosos a la enfermedad.
Gracias
a esta tercera herramienta es como se han podido controlar enfermedades
clásicas de las que ya no nos acordamos como la tuberculosis, la brucelosis, la
rabia, o más recientemente la BSE (enfermedad de las vacas locas), o la gripe
aviar. Todas estas campañas, que se siguen realizando, suponen el sacrificio
anual de miles de animales (a veces un rebaño completo, con lo que ello supone
para su propietario que es su medio de vida, aparte el apego que tenga por
dichos animales), y si hablamos de aves, cada brote los sacrificios se pueden
contar por cientos de miles o millones.
El caso
de los animales de compañía, es entendible el cariño y el apego que tienen sus
dueños por el mismo, solamente comparable con el dueño del rebaño antes
comentado al que le sacrifican todos sus ejemplares, pero desde el punto de
vista epidemiológico y legal deben de tener la misma consideración si queremos tener
éxito en nuestro objetivo que es proteger a la población (humana) de una
enfermedad.
Hasta
el momento no se ha demostrado transmisión del virus del ébola de perros a
personas, aunque no es menos cierto que tratamos con una enfermedad zoonótica,
cuyo origen está en unos animales (murciélagos y monos), que son los que
contagian al hombre. Parece ser que hay ciertas evidencias de que los canes
pueden albergar el virus, no se sabe si como fondo de saco o si en otras
circunstancias ecológicas pudieran encontrar algún otro animal portador al que
se lo transfieran.
Ante la
falta de pruebas científicas, nuestra legislación es muy estricta, obligando a
tomar todas las medidas posibles, es el denominado “Principio de Precaución”, y
ciertamente, no nos podemos permitir el lujo de tener el virus del ébola
circulando entre especies animales afines al hombre con el riesgo que en un
momento dado vuelva a saltar la barrera de especie y acabe produciendo nuevos
contagios, por ello está plenamente justificado, incluso obligado por la
legislación, el sacrificio del animal; Y las autoridades sanitarias tienen
plenas facultades para realizarlo según nuestra legislación.
La
opción del uso científico del animal es plausible, pero no es real, cierto que se
podría poner a disposición de algún equipo investigador, que lo pusiera en
cuarentena y realizara estudios, pero esto no se puede hacer de un día para
otro: es necesario que ya exista un equipo de investigación constituido que
solicite dicho animal, y que además del personal competente, disponga de instalaciones
y medios adecuados, en este caso un laboratorio con nivel de seguridad P4, del
que por cierto el animal tampoco podría salir vivo. Ahora mismo no existe
ningún equipo de esas condiciones que trabaje en sanidad animal sobre el ébola,
por lo que como digo no es una opción viable (quizás en el futuro).
Con
todo esto no puedo más que concluir que la actual compaña liderada por grupos
animalistas está guiada más por el sentimentalismo que por una razón científica
y epidemiológica de preservar a la población de este virus, que en este momento
debe ser la prioridad.
Dr. Javier
Tejedor Martín
Veterinario
especialista en Sanidad Animal y Salud Pública
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