Las redes sociales han irrumpido en
nuestras vidas casi sin darnos cuenta. Estamos informados y conectados
rápidamente y en todo momento sin ningún tipo de esfuerzo, creándonos una
necesidad de información en ocasiones excesiva. Pero las redes sociales se han
hecho extensibles no sólo al ámbito social-personal sino también profesional.
Cualquier vídeo, comentario,
imagen… se puede convertir en viral en cuestión de horas. Y para muchos parece
un reto el conseguirlo. Desde luego sería el sueño de cualquier grupo de
investigación conseguir un nivel de difusión capaz de dar la vuelta al mundo
con un gran impacto. Cada vez más la comunidad científica está en redes
sociales generales o más específicas como es el caso de ‘ResearchGate’. Pero la
realidad es que nos seguimos moviendo dentro de un círculo pequeño, y es
difícil llegar al público general.
El mundo de la investigación se ha
movido de una manera similar a como lo hacen ahora las redes sociales en cuanto
a la difusión de un concepto. En la actualidad la calidad de un video, un
artículo, una opinión en un blog se ve juzgada en función de la cantidad de
gente que lo comparte, “le gusta” o lo “retweetea’… En el caso de la
investigación el impacto también viene dado por la cantidad de investigadores
que comenta o cita un trabajo en otros artículos. La diferencia que existe
entre ambas y es un grave problema de la investigación actual, es que la
mayoría de los artículos científicos se publican en lo que se llama “revistas
de impacto”, que se basan en un sistema de evaluación según los datos aportados
por los informes del JCR (‘Journal Citation Reports’) de la empresa privada
‘Thomson Reuters’, sistema adoptado por la mayoría de las instituciones para
evaluar la calidad de los grupos de investigación. Según el número de
publicaciones, el impacto de la revista en que publicamos, cuántas veces se nos
cita…se nos otorga un índice de impacto, un índice o etiqueta como carta de
presentación, por el cual se nos juzgará para conseguir futuros proyectos o
incluso puestos de trabajo. Este sistema sería estupendo, siempre y cuando la
evaluación de artículos científicos o proyectos de investigación lo hiciera una
institución sin conflicto de intereses y no otros investigadores que trabajan
en el mismo campo, los cuales son para muchos la competencia directa, y donde
existe un terrible celo profesional, que hace que se valore más si conoces a la
persona autora del trabajo que sobre la calidad del mismo, haciendo difícil el
acceso a estas revistas sobre todo a grupos pequeños o jóvenes investigadores.
En este sentido las nuevas redes
sociales pueden ser un gran punto de partida para cambiar esto, lugares donde
grupos pequeños de investigación o jóvenes investigadores puedan publicar
trabajos e ideas, sin miedo a los revisores o a que otro grupo más grande le
quite la idea (que también pasa mucho).
Por este motivo, los que nos movemos
en este mundillo de sobra sabemos que la inclusión de determinados artículos en
“revistas de impacto” no está relacionada con la calidad o su utilidad
científica y/o social. Y muchas veces nos quedamos con datos realmente
meritorios, pero que el no-interés de unos pocos nos atasca la difusión.
Ya no nos extraña que autores,
cantantes, cocineros, etc. anónimos para el público en general comiencen su
carrera en la red, evitando restricciones intermediarias y consiguiendo
convertirse en el libro más leído o el vídeo más visto en poco tiempo, pudiendo
lanzar así su carrera y demostrando el verdadero impacto de su trabajo.
Tal vez se debería re-evaluar la
medición del impacto de los trabajos científicos, o hacer hueco a la valoración
en función de nuestra actividad en la red. Con el número de redes sociales que
hay hasta el momento y la interconexión que existe entre ellas es relativamente
sencillo conocer el perfil de usuario que está usando una determinada red o que
está dando una opinión en concreto, y poder establecer estadísticas en cuanto
al número de visitas, comentarios, me gusta, ‘retweets’…en definitiva evaluar
el impacto no sólo en la comunidad científica sino también en la sociedad
porque no nos debemos olvidar de que nuestro fin último no es sólo científico
sino también social.
Eduardo de Mercado y Cristina Tomás
Investigadores del "Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León"
Miembros de la Asociación Andrés Laguna para la Promoción de las Ciencias de la Salud
Muy buen artículo, es cierto, la redes hoy en día se han vuelto un espacio de trabajo muy importante para proyectos personales. Para mejorar tus mejorar tus redes sociales siempore hay que saber que saber a quieén, tener en cierto sentido una mente muy de publicitario.
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