La “Percepción del Riesgo”
es una sensación subjetiva, ligada a la educación y los conocimientos de la
persona, a su experiencia y al ambiente social de la comunidad. El miedo a
enfermar, por tanto, es lo que guía muchas de las decisiones de la persona,
encaminadas a su protección individual y colectiva. Pero esto a veces poco tiene que ver con el
Riesgo Real, lo que científicamente se puede demostrar y medir.
Este “riesgo percibido”,
que como vemos, muchas veces no coincide con riesgo real, es fácilmente
manipulado, encauzado o utilizado por formaciones políticas, vecinales o
ecologistas, en apoyo a unos intereses que nada tienen que ver con la protección
de la salud.
Las manifestaciones
colectivas guiadas por esta percepción de riesgo para la salud a partir del
medio ambiente, suelen ser fuentes de informaciones que ocupan las primeras
páginas de los medios, independientemente de si científicamente dicho riesgo es
real o no; por el contrario, reportajes periodísticos en los que se analiza en
profundidad dichos riesgos, recabando opiniones de científicos y técnicos en la
materia, quedan relegados a segundo plano o en páginas de los dominicales.
Riesgos procedentes de
plantas de tratamiento, de gestión o
almacenamiento de residuos, de instalaciones
industriales que emiten residuos contaminantes a la atmósfera o al agua,
antenas de telefonía móvil, instalaciones emisoras de olores o contaminación
acústica, son percibidas por la población con un alto potencial de
peligrosidad, sin un análisis de su riesgo real, que aunque se realiza desde
las industrias implicadas o desde la administración, normalmente queda
eclipsado por otras manifestaciones sociales o políticas con escaso rigor científico-técnico.
El ejemplo de las plantas
de tratamiento o almacenaje de residuos es paradigmático; Ecológicamente las
Evaluaciones de Impacto Ambiental de estas instalaciones suelen ofrecer
resultados favorables, los residuos están mejor recogidos y controlados en una
instalación al efecto (siempre que funcione correctamente y esté controlada)
antes que esparcidos por el medio ambiente que es donde son realmente contaminantes
y peligrosos; sin embargo a nadie le interesa tener una instalación de ese tipo
en las inmediaciones de su domicilio, aunque se exijan medidas correctoras que
disminuyan las molestias y la peligrosidad.
Otro escenario semejante
ocurre en situaciones de crisis, en las que debido a algún tipo de suceso, o su
previsión (meteorológica, por ejemplo), se produce una situación de alarma que
es preciso explicar a la población, en ocasiones con recomendaciones de
seguridad o higiene, o simplemente de llamada a la calma.
La realidad es que un alto
porcentaje de amenazas para nuestra salud provienen de nuestro entorno más
inmediato. La OMS estima que los factores ambientales a nivel mundial son
causantes del 24 % de la carga de morbilidad (años de vida perdidos) y del 23%
de las muertes (36% en el caso de niños hasta 14 años). Es importante poder
llegar con eficacia a los grupos vulnerables donde se puede incidir en la
protección de la salud y la reducción de la morbilidad y mortalidad, para ello
es imprescindible incluir las preocupaciones sentidas por estos grupos de
población.
Resulta por tanto
sumamente necesario desde las autoridades sanitarias una estrategia de “Comunicación
de riesgos”, dentro de las actividades que se denominan de “Gestión del riesgo”.
La comunicación de riesgos ha sido definida como un proceso interactivo de
intercambio de información y opiniones entre individuos, grupos e
instituciones. Es un diálogo en el cual se discuten múltiples mensajes que
expresan preocupaciones, opiniones o reacciones a los propios mensajes o
arreglos legales e institucionales del manejo de riesgos (National Research
Council, 1989). Es un intercambio de información por tanto, entre personas
involucradas con respecto a salud, seguridad y amenazas ambientales. Abarca
cualquier comunicación que informe a los individuos acerca de la existencia,
naturaleza, forma, severidad y aceptabilidad de un riesgo.
La Comunicación del Riesgo
es una herramienta importante, tanto con motivo de estas Crisis como en
situaciones habituales que es preciso ofrecer información pública sobre
cualquier suceso o actividad que afecte a la salud de la población. Educación,
confianza y credibilidad son tres aspectos importantes en la comunicación de
riesgos. La estrategia de “informar” no es suficiente en estos grupos vulnerables,
es necesario “comunicar”, los receptores no deben ser pasivos, sino
involucrarse con los responsables de la prevención y control del riesgo.
En el
ámbito de la gestión del riesgo, normalmente compete a la administración
comunicar los pormenores del problema, y para ello es fundamental partir de la
previa Percepción de Riesgo que existe en la población objetivo, por ello este
canal debe ser bidireccional, establecerse como un diálogo más que en forma de
comunicado, y por una persona a ser posible conocida y respetada por esa
población, con acreditado nivel científico-técnico sobre ese problema. Cuando
es el político el que se pone al frente de esta comunicación de riesgos, suele
ser percibido con perspicacia por amplios sectores sociales, con resultados
contraproducentes respecto a lo que se pretende conseguir.
Ejemplos de lo anterior
los podemos ver en las figuras de Fernando Rodriguez Artalejo (médico
epidemiológo) durante la epidemia de ébola,
J. J. Trapero (policía), centralizando la información de atentados
yihadistas en cataluña, o Juan José Badiola (veterinario) durante la crisis de
las “vacas locas”.
Los gobiernos son
responsables de la regulación y de la comunicación, en el marco de la
evaluación y gestión del riesgo, así como de la implementación y desarrollo de
políticas de salud y medio ambiente.
Los medios de comunicación
son el soporte necesario para esta comunicación de riesgos, y deben comprender
la importancia de esta transmisión de informaciones veraces, más que la más
comercial de resaltar el miedo o las manifestaciones de ciertos sectores sociales
que se movilizan precisamente con ese fin de fabricar una noticia; Deberían
intentar llegar más al fondo del problema en vez de magnificar manifestaciones
individuales y de personas o no pertenecientes a dicha comunidad o legos en la
materia que causa el problema.
Son tres las aplicaciones principales
en la comunicación de riesgos (denominadas como “las 3 ces”): Crisis, Consenso
y Cuidados. Ya hemos visto cómo es fundamental una correcta comunicación en
situaciones de crisis y poder llegar correctamente a poblaciones afectadas, no
es menos importante ofrecer una adecuada educación que permita a las
comunidades adecuar su percepción del riesgo a valores científicamente
admitidos y puedan proporcionar un “consenso” sobre iniciativas de gestión de riesgos
que aparecen en la comunidad, y por último el objetivo de esta comunicación
debe ser que el individuo sea capaz de aplicar las medidas preventivas (sobre
los individuos y sobre el medio) en forma de hábitos que protejan y mejoren la
salud.
Este tema de trabajo, multidisciplinar por su propia idiosincrasia, va a ser objeto de estudio en la JORNADA COMUNICACIÓN Y SALUD, que se celebrará el próximo 13 de Abril en Segovia, un foro adecuado para compartir opiniones y experiencias, tanto por parte de los técnicos en Salud, los comunicadores, los medios, las autoridades y otros colectivos interesados.
F. Javier Tejedor Martín
Dr.
en Veterinaria
Diplomado
en Ciencias Ambientales
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