Las
legumbres forman parte de la alimentación del hombre desde tiempos
inmemoriales. A poco que conozcamos de la Biblia, nos suena que ya Esaú vendió
la primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas...
Algunas
de las legumbres podemos considerarlas autóctonas, como los garbanzos,
guisantes, lentejas, altramuces, etc.
Otras se importaron desde América del Sur en el siglo XVI, como es el
caso de los fréjoles, vainas o judías verdes y las alubias o fabes; pero luego
se han hecho tan nuestras que forman parte de algunos de nuestros platos
regionales estrella. En los últimos años se ha incorporado con fuerza, por
diversos motivos, la soja, que forma parte habitual de países orientales.
Después
de unas décadas en las que los platos de cuchara pasaron a un segundo plano,
por la presión de la propaganda de otras culturas que promovían la llamada
"comida basura", volvemos a lo nuestro, que es la Dieta Mediterránea,
reconocida a nivel mundial como la alimentación más sana. Hay quien dice que
uno de los mejores regalos que se puede hacer a un buen amigo, es regalarle una
cuchara...¡para que la use, claro!
Las
legumbres aportan hidratos de carbono, proteínas, vitaminas del grupo B (sobre
todo niacina y tiamina) y minerales como el calcio, hierro, magnesio, potasio y
cinc. Al ser carbohidratos complejos, se van absorbiendo más lentamente,
evitando oscilaciones bruscas del azúcar en la sangre y el aporte energético se
mantiene durante más tiempo.
¿Qué
pasa en el caso de la alimentación infantil?
Vayamos
por partes. En primer lugar, aunque no hay unanimidad, se tiende a iniciar el
aporte de legumbres a partir de los 12 meses de vida, según aconseja la
Asociación Española de Pediatría. Lo habitual es que sean las más digestivas,
como las judías verdes, los guisantes, etc., que pueden darse a los pequeños
como purés, cremas, acompañando a fideos o arroz...
Ya
en edad escolar, las legumbres forman parte de la pirámide nutricional,
recomendando que se consuman de 2 a 4 raciones semanales (Cada ración serían de
60 a 80 gramos en crudo; de 150 a 200 gramos cocidas). Tienen un gran interés
nutricional y además su riqueza en fibra favorece la sensación de saciedad y el
tránsito intestinal.
Conviene
que formen parte de los menús de los comedores escolares, en forma de platos de
cuchara, de purés, de guarnición de carnes o pescados. En el verano también
pueden ser muy apetecibles en forma de ensaladas de legumbres, o acompañando a
ensaladas de arroz o de pasta.
En
casa podemos poner los altramuces como aperitivo o los más animados probar con Hummus
hecho con puré de garbanzos, para untar con pan.
En
definitiva, se trata de hacer una alimentación variada, para lo que las
legumbres de calidad que tenemos en nuestro entorno van a facilitarnos que los
pequeños puedan ir adquiriendo buenas costumbres alimenticias, tanto en casa
como en los comedores escolares.
José
García Velázquez.
Médico Pediatra
Vocal
de la Asociación Andrés Laguna para la Promoción de las Ciencias de la Salud.
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